Después de regresar de esa maravillosa experiencia de recorrer El Camino de Santiago, se revivieron en mi las reflexiones escritas en mi primer libro: "La Magia de la Vida", en aquel pasaje que narra las enseñanzas del Mago "CREDOR" (personaje central de mi relato), y se me ocurrió entonces combinar esas ideas con mi experiencia personal del Camino... y salió esto:
Cuando ya me encontraba inmerso en los parajes de aquella tierra sagrada, el Camino comenzó a conversar conmigo:
- Yo soy el Camino - escuché - ese que conduce a tu destino...
- Y soy a la vez el destino mismo - agregó, - Soy eso que sólo vez cuando formas parte de mi, porque el destino no es algo a lo que llegas por un camino, es el camino mismo, y tú eres parte del camino; porque no hay camino sin caminante, ni caminante sin camino...Entonces me detuve y analicé aquellas palabras, y luego de un silencio, pregunté:
- Y a dónde me conduce este destino del que, según dices, formo parte, siendo a la vez camino y destino - enfaticé con firme voz...
- Al mismo principio, de nuevo - contestó el Camino, con el aplomo y la seguridad que le caracterizan, como a quien el tiempo se le rinde, como a quien el espacio se le desvanece en su recorrido...
- Pero, ¿no es al final, a donde debo llegar? ¿por qué dices que es al principio? - pregunté esta vez, un poco extrañado...
- El final es un nuevo inicio, en realidad, y el inicio es el final de algo que comienza un nuevo ciclo - respondió esta vez el camino con su habitual serenidad...
- Y cómo saber entonces cuándo llegar, o cuándo parar; y cómo saber dónde es el principio y dónde el final - pregunté ahora más extrañado...
- No se trata de dónde ni cuándo, sino de por qué andar, y de por cuál camino transitar, ya que hay muchos caminos y muchas razones diferentes para cada cual - me respondió sereno, sabio y seguro, el Camino...
- Entonces, ¿cuál ha de ser mi camino? y ¿cuál mi razón? - pregunté de nuevo... Y esta vez, la respuesta del Camino tuvo un aroma de despedida... y sólo se oyó su silencio eterno mientras, de una extraña manera que no sabría explicar, me hizo mirar a uno de los Arbustos que se hallaban a su costado, quien respondería esa última pregunta que formulé, a través de un contacto sublime con el aroma y el rocío de su frondoso y apacible follaje que, sutilmente, me cautivaba al pasar... y así, mientras me deleitaba con su esplendor y con su arraigada calma y sabiduría, escuché:
- Eres tú quien debe escoger tu propio camino y tu propia razón - me respondió el Arbusto, que adornaba con su verdor aquel paraje tan especial...
- Y cómo saber si es acertada mi escogencia - continué preguntando, cada vez con más curiosidad - y la respuesta se oyó entre el susurro que las hojas regalaban al viento...
- Tu certeza depende del momento más oportuno y del lugar más adecuado sobre los cuales has de decidir, y de las circunstancias particulares de tu propia realidad y tu naturaleza, las cuales dependen, de nuevo, de tu momento y tu lugar. Esa fue la respuesta del Arbusto; una respuesta tan firme como sus raíces, tan sobria como su robusto tronco, y tan nutritiva y acogedora como ese mundo de vida nueva que se observaba en los nidos refugiados entre sus ramas...
Y luego de un silencio tan opaco que casi detuvo al viento, el Arbusto continuó:
- Mi semilla sólo nació en el terreno que podía darme vida y hacerme crecer fuerte, y ese fue mi lugar adecuado. Ese terreno sólo estuvo preparado para germinar mi semilla, cuando el camino lo nutrió de todo cuanto sus caminantes abonaron a sus lados, algunos de ellos transitando por el camino equivocado, pero así es la vida, hasta de los errores salen cosas buenas; entonces ese fue mi momento, mi oportunidad -, y mientras mis manos se humedecían con el rocío de sus ramas, el Arbusto continuaba:
- El viento que transportaba mi semilla por los cielos hasta depositarme en algún lugar donde pudiera germinar, era caprichoso, como lo son siempre las circunstancias de la vida, de modo que pude haber caído en un lugar empedrado, donde hubiese muerto de inmediato, o pudo el viento llevarme a un terreno mucho más fértil que éste, en donde seguramente también habría muerto por la desnutrición a la que me someterían las insaciables raíces de los grandes árboles que buscan esos terrenos con frenesí, contra ellos no hubiese podido competir en mi crecimiento, y de hacerlo, sus grandes y sobre-protectores follajes me hubiesen impedido desarrollarme, mi destino habría sido el mismo: el fracaso de mi existencia...Yo seguía escuchando con atención, mientras observaba lo bien formado que estaba aquel Arbusto... ¡era perfecto! se notaba lleno de vida y feliz; definitivamente ese Arbusto estaba en el lugar adecuado, era evidente el éxito de su existencia, a pesar de parecer aislado y solitario...
- Sin embargo - continúo el Arbusto, mientras acompañaban su plática los alegres cánticos de las aves que se regocijaban en su verdor -, a pesar de que no es posible hacer que el viento sople hacia donde queremos, podemos valernos de nuestro talento natural para aprovechar su impulso y, dentro de nuestras propias circunstancias, y según nuestras propias habilidades, escoger el lugar adecuado y el momento oportuno...
Y con estas palabras se despidió el Arbusto, haciéndome mirar hacía el cielo, al bañarme de rocío con ayuda de su amigo el viento... Aún sumido en aquel revelador hechizo de la naturaleza, que me habían regalado esos fascinantes diálogos con el Camino y el Arbusto, y dándome cuenta de que me había detenido por mucho rato mirando hacía el cielo, fui impactado con una atronadora frase:
¡BRILLA... BRILLA con tu propia luz! - escuché de aquella voz tan recia y potente, como intensa y radiante era la luz de quien la emitía: el astro rey, el Sol... tan imponente y majestuoso, y de irradiaciones tan cálidas y llenas de energía, que ya no pude emitir más palabras, y ciertamente, ya no eran necesarias, estaba totalmente conectado con aquella energía; y desde aquella conexión plena con el Sol, que era como la conexión de dos almas enamoradas, pregunté mientras llené mis pulmones y mis células de aquel aire aromático que elevaba mi espíritu al sentir la calidez de mi silente interlocutor, que, sin palabras, me arrullaba al oído en armónica rima con la naturaleza:
- ¿Cómo puedo brillar como lo haces tú, cómo puedo brillar con mi propia luz? - pregunté - y envuelto en aquella mágica sensación, percibí la respuesta, sin saber como...
- Deja que tus sueños guíen tu vida, vive tu propia vida, y tus sueños se harán realidad, porque tus sueños son la luz de tu Ser que ha de iluminar al mundo, esa es la luz de tu verdad; no sigas verdades ajenas, y mucho menos aquellas que son misteriosas o dogmáticas, sigue sólo aquello que sientas que te ilumina, y mágicamente, podrás convivir en armonía con las infinitas verdades de todos los demás seres del universo, allí esta la certeza que buscas...Y con estas palabras, se despidió el Sol...
Símbolos del Camino... y de la Transformación |
Ya no hubo más preguntas, ni más respuestas, sólo silencio; un silencio ensordecedor en medio de una paz infinita y una profunda contemplación que dejaba muchas reflexiones, muchas revelaciones, y más que nada, verdad, esa verdad que buscaba, esa verdad que me daba la certeza que tanto ansiaba, la verdad verdadera: Única para cada cual... esa que pude encontrar al recorrer aquellos increíbles parajes... los sagrados y fascinantes parajes de El Camino de Santiago!!!